La base de esta suntuosa lámpara está formada por una escultura de cristal macizo y tintado en la masa, siguiendo la silueta de una botella. El cristal no está uniformemente tintado, todos los matices constituyen gradaciones de azul turquesa pero con intensidades finamente dosificadas que permiten descubrir mil variaciones de azul, como el azul del Nilo, el azul laguna, el azul de Prusia, el azul aguamarina, el azul cerúleo, el azul del Pacífico, el azul cielo, el azul polar. La pureza del cristal y estos magníficos matices se ven alterados por el efecto de los restos de cristal fundido que habrían fluido por todo el cuerpo de la botella. Esta textura en relieve multiplica los efectos de los reflejos, las refracciones y los colores y aporta un toque abstracto y orgánico a esta bellísima creación. Este enfoque artístico, llevado a cabo de forma tradicional por maestros vidrieros, recuerda a las magníficas obras de arte de Italia, en particular de Murano, que se soplan a mano y se fabrican según el antiguo saber hacer del soplado de vidrio en la laguna veneciana. Este pie de cristal descansa sobre una base cilíndrica plana de latón dorado y está unida al bloque de iluminación también por una pieza de metal con acabado de latón dorado. El conjunto está rematado por una gran pantalla cilíndrica, muy ligeramente cónica, de tejido blanco roto que confirma el toque femenino, delicado y precioso de esta lámpara de sobremesa. La belleza intemporal de esta creación cristalina de Eichholtz le permite integrarla tanto en un universo retro y anticuado como en un salón o un dormitorio de estilo mucho más contemporáneo y moderno.