Minimalista por excelencia, esta lámpara de salón de Eichholtz consta de dos formas paralelepípedas principales. Una de ellas, de cristal transparente, se instala verticalmente sobre una base plateada y la otra forma la pantalla de la lámpara, hecha de una sorprendente mezcla de papel y PVC con un acabado beige claro. El vínculo entre estos dos elementos es una varilla central de metal con acabado niquelado. A través de esta relativa sencillez, el creador de esta lámpara consigue convertirla en un objeto de ornamentación magnífico y sutilmente diseñado. El imponente bloque de cristal, sobre todo por su grosor, altera ópticamente todos los objetos que se ven a través de él, incluido el tubo central plateado y pulido de la lámpara, que parece estar desplazado del segmento del mismo tubo en el exterior del bloque. La sencillez gráfica expresada será perfecta si quiere crear un lujoso ambiente de diseño y zen, por ejemplo para complementar un mundo de diseño de estilo japonés. Puede utilizarse en su salón, en un despacho moderno y refinado o en su dormitorio por su estética discreta y delicadamente chic.
Desde el antiguo Egipto, el vidrio ha fascinado a la gente por su transparencia, especialmente en el caso del vidrio fabricado por artesanos sopladores de vidrio. Estos calientan una bola de vidrio en el extremo de una caña, soplan en ella para que se hinche, mientras la hacen girar y le dan diversas formas con herramientas. El vidrio puede trabajarse a temperaturas muy altas, como el metal, y luego se vuelve muy duro y quebradizo cuando se enfría. Tanto si se trata de cristal como de vidrio hecho a mano, Eichholtz ha asumido este saber hacer colaborando con los mejores talleres de vidrio para ofrecernos luminarias y objetos decorativos magníficamente realizados en vidrio y cristal claro, es decir, transparentes.